CUBA: PRIMERO DE ENERO EN TRES TIEMPOS Gustavo Placer Cervera 1899
En virtud del Tratado de Paz firmado en París unos días antes, el 10 de diciembre de 1898, se
había puesto término a la guerra entre España y los Estados Unidos que tuvo por escenarios a
Cuba, Puerto Rico y Filipinas, últimos reductos del Imperio colonial español. En el artículo
primero de dicho tratado se consignó el cese de la soberanía española sobre Cuba y su ocupación por los Estados Unidos. En consecuencia, el 1º de enero de 1899, los Estados
Unidos asumieron oficialmente el gobierno de Cuba con lo cual finalizaba, tras más de cuatro
siglos, la presencia de España en la mayor de las Antillas.
El cambio de mando, se acordó efectuarlo a las 12 del día, en el Salón de Actos del Palacio de
los Capitanes Generales (hoy Museo de la Ciudad de La Habana). Ese día, que amaneció
soleado y caluroso, un batallón de infantería estadounidense se dispuso, desde las 9 de la mañana, en formación, alrededor de la Plaza de Armas, situada frente al Palacio. Otras tropas
norteamericanas se ubicaron a ambos lados del edificio. Algo alejada del lugar, pues no se
perm itía acercarse al Palacio, una multitud de personas, algunas de ellas subidas en los
árboles, trataba de observar los actos. También había público en los m uelles y en las azoteas
A las 11:10 AM, llegaron, montados a cabal o, los generales estadounidenses Wade y Butler,
acompañados por sus oficiales. Los recibió frente al Palacio el también general Clowes, quien fungía ese día como maestro de ceremonias. En ese momento arribó el vicecónsul británico,
Jerome, que vestía uniforme de color azul, usaba monóculo y portaba una espada con
A las 11:30 AM hicieron su llegada en carruajes, los mayores generales estadounidenses
Brooke y Ludlow, designados como gobernador militar de Cuba el primero y gobernador militar de la ciudad de La Habana el segundo. En otros vehículos, acompañados por oficiales
estadounidenses, arribaron nueve generales del Ejército Libertador de Cuba, invitados a la
ceremonia. Entre ellos estaban los mayores generales José María Rodríguez (“Mayía”) y Lacret
Morlot. Los cubanos vestían uniforme azul oscuro y sombreros de fieltro marrón, guantes
A las 11:45 AM, el gobernador m ilitar estadounidense de la provincia de La Habana, mayor
general Lee, se reunió con el general Brooke. Este cruzó la cal e en dirección al Palacio, entre los generales Lee y Chaffee, seguidos de los otros generales estadounidenses y cubanos. En
ese momento, se escuchó un toque de corneta y las tropas españolas, situadas al frente del
Palacio y las estadounidenses, ya mencionadas, presentaron armas.
Una vez situados en sus puestos asignados en el Salón de Actos los m ilitares y civiles
acreditados para estar presentes en la ceremonia hizo su entrada en el local el hasta ese
momento Gobernador y Capitán General español de la Isla de Cuba, general Adolfo Jiménez de Castellanos, quien saludó al general Brooke y al resto de los generales. Después de estrechar
la mano del general Brooke, el general español se dirigió al grupo de oficiales cubanos y
estrechó calurosamente la mano del general cubano “Mayía” Rodríguez con quien intercambió
Unos instantes después, al dar el reloj la última de las doce campanadas del mediodía, se
escuchó el estruendo de la primera salva disparada en la Fortaleza de La Cabaña y en la Plaza
de Armas, una banda militar estadounidense comenzó a tocar el Himno español.
Sim ultáneamente, en la azotea del Palacio, fue arriada la bandera española e izada la de los Estados Unidos. Esta misma ceremonia, era realizada al unísono, en varios edificios públicos y
establecimientos m ilitares. Los barcos surtos en el puerto hicieron sonar sus sirenas. En esos
momentos, el general español tomó la palabra y, dirigiéndose al general Brooke, hizo una
breve alocución que fue contestada por el general estadounidense.
A continuación, Brooke y Jiménez de Castel anos se estrecharon la mano y este último,
seguido de sus oficiales, se retiró al contiguo Salón del Trono. En ese lugar, el jefe hispano se despidió de los oficiales y funcionarios españoles. Acto seguido, junto con sus oficiales y los
generales estadounidenses que le despedirían en el m uelle, descendió la escalinata y salió del
Palacio. En ese momento, la banda comenzó a tocar la Marcha Real. La com itiva tomó la calle
O`Reilly en dirección al muelle de Cabal ería. Una vez llegado allí, Jiménez se despidió y
abordó una lancha que lo conduciría al vapor Rabat a bordo del cual se dirigiría a Matanzas y
Cienfuegos, donde estaban concentradas, esperando su evacuación a la Península, las últimas
tropas españolas que quedaban en Cuba, unos 40 mil hombres.
Las conversaciones que habían comenzado el 1 de octubre culminaron en el Tratado de Paz. En
este se decidió el destino de Cuba, Puerto Rico y Filipinas sin que esos países y pueblos
tuvieran participación alguna. El proyecto cubano de independencia nacional por el que varias
generaciones habían luchado, arma en mano, resultaba frustrado.
Estados Unidos había intervenido m ilitarmente, pretextando "razones humanitarias", en la
guerra que, desde 1895, sostenían los independentistas cubanos contra el régimen colonial español en momentos en los que la tendencia general de las acciones bélicas favorecía ya a las
fuerza cubanas. Tras 100 días de conflicto y a un costo m ínimo, los norteamericanos emergían
de aquella que llamaron "la espléndida guerrita" como únicos y absolutos vencedores.
La ocupación m ilitar norteamericana, que se prolongó hasta el 20 de mayo de 1902, fue
aprovechada por los intereses económ icos de ese país para acaparar totalmente el negocio de
la exportación del azúcar y el 90 por ciento de la del tabaco. Obtuvieron también concesiones
gratuitas de todos los recursos mineros del país conocidos hasta entonces y adquirieron además grandes extensiones de las mejores tierras mediante compra a precios irrisorios o el
desalojo de miles de campesinos, muchos de ellos soldados y oficiales del Ejército Libertador.
Por si esto fuera poco, se sentaron las bases para la creciente penetración en los servicios
públicos, la producción y las finanzas hasta lograr el control total de la economía de la Gran
Un conjunto de factores internos -entre los que figuraban en primer lugar, el apoyo de la inmensa mayoría de la población cubana a la independencia y la tradición de lucha del pueblo
cubano-,y externos -entre ellos, la insurrección filipina-, condujo a los círculos gobernantes
estadounidenses a diseñar para Cuba un nuevo modelo de dominación, el modelo neocolonial,
que les aseguraba el control de los asuntos económicos y políticos de la Isla, sin tener en ella
un gobernador colonial ni un ejército de ocupación.
En consecuencia, fue proclamada una "república" a la que se le impuso, en forma de apéndice
constitucional, la denom inada Enmienda Platt, aprobada por el Congreso de los Estados Uni-dos, mediante la cual se concedía al gobierno norteamericano, entre otras muchas
prerrogativas, la de intervenir m ilitarmente en Cuba en caso de que peligraran, a su juicio, la
vida, la propiedad o las libertades individuales. El país, de hecho, quedaba convertido en un
protectorado. Una ola de protestas sacudió a la Isla. De esta época nace el profundo
sentim iento antimperialista del pueblo cubano. Sus raíces están en la ocupación m ilitar
norteamericana y toda su secuela; al calor de ella, se creaba su contrario: el antimperialismo.
La carencia de una dirección política acertada, el divisionismo reinante en el campo
independentista y la ingenuidad de muchos patriotas honestos, impidieron que este
sentim iento cuajara entonces en un poderoso movimiento de masas.
La forma de dominación implantada en Cuba por los gobernantes estadounidenses les serviría
de modelo para sus relaciones con otros países de América Latina. No sería necesario anexarlos, cuando se les podía dominar prácticamente a través de las clases económicas
favorables a la penetración del dólar (en el caso de Cuba: los grandes latifundistas y el gran
comercio exportador e importador). La oligarquía criolla, guiada por su modo utilitario y
pragmático de entender la cubanía, se insertó en su papel periférico de dom inación local y
lejos de desarrollar al país lo ató a su función de apéndice de la econom ía y la política de los
Estados Unidos. Fue una larga etapa en la que el pueblo fue marginado del poder político. Ninguno de los gobiernos oligárquicos hizo algo verdaderamente sustancial en favor de las
grandes mayorías. La corrupción, los vicios, la discrim inación, la opresión, la m iseria, el
desempleo, el analfabetismo y la prostitución formaban parte de la naturaleza del sistema.
Esta situación se exacerbó hasta extremos insoportables durante la tiranía batistiana (1952-
Casi sesenta años de historia republicana en el capitalismo periférico, y la frustración de varios
movim ientos reformistas y revolucionarios, persuadieron a la nación de que sólo una transformación radical de sus estructuras podría abrir paso a la posibilidad de llegar a alcanzar
la República independiente y justa a la que se aspiraba. En otras palabras, sólo existía una
esperanza: continuar la revolución de Céspedes y Martí, frustrada en el 98 y llevarla a su
culm inación. En los hombres y mujeres de pensam iento avanzado, la conciencia patriótica se
hizo sinónimo del más radical antimperialismo y de la necesidad de cambiar el sistema social
1959
Los que vivimos el estremecimiento del primero de enero de 1959 nunca olvidaremos aquella
jornada en que se mezclaban las emociones y sentimientos más diversos. Para la inmensa
mayoría de los cubanos aquel diciembre de 1958 resultó extremadamente tenso. La ofensiva
final de las fuerzas rebeldes se desarrollaba en el oriente y centro del país, aunque sus
efectivos no sobrepasaban los tres mil hombres armados contra los más de 50 m il de las
fuerzas armadas de la tiranía. En las ciudades las m ilicias revolucionarias se organizaban para el asalto final y la Radio Rebelde informaba a la población de la marcha de la lucha y orientaba
a los combatientes sobre las acciones a realizar. El país nunca había experimentado una
Aquel día se abrió una nueva época de nuestra historia. Como afirmara, años más tarde el
poeta Nicolás Guillén: "La dramática noche de San Silvestre de 1958 dividió la historia de Cuba en dos partes, como bajo un golpe de hacha. Una con cuanto había sido hasta entonces predominio colonial español y penetración imperialista yanqui, otra con lo que venía a encender una nueva aurora, la aurora de nuestra verdadera independencia".
Tan pronto se difundió la noticia de la fuga del tirano, las organizaciones revolucionarias
intensificaron su acción en las zonas urbanas. En todo el país se produjo una explosión de
júbilo, la gente se lanzó a las calles a celebrar el acontecim iento. Pero no se entronizó el
desorden. Nada de vandalismo o de venganzas, porque se había asimilado la experiencia de
otros momentos cruciales de nuestra historia. Muy temprano en la mañana, se impartieron órdenes a las columnas rebeldes que se encontraban combatiendo en la región central de
avanzar hacia la capital y ocupar las principales instalaciones militares del ejército de la tiranía.
Era necesario impedir el intento de golpe de estado y disolver el llamado gobierno provisional,
último intento elaborado por la embajada norteamericana para escamotear el triunfo revolucio-
Todavía nos parece escuchar la voz de Fidel Castro advirtiendo que el golpe m ilitar solo
serviría para prolongar la guerra. Ese día el Jefe de la revolución tuvo que librar simultánea-
mente varias batallas. No solo dirigir a las fuerzas que se encontraban bajo su mando directo,
diseñar la táctica del momento e impartir instrucciones a los jefes de las columnas rebeldes
que se encontraban muy distantes de la Comandancia y al movimiento clandestino de las
zonas urbanas sino además, alertar a todo el pueblo y convocar a la huelga general para im pedir el golpe de estado. En la euforia del triunfo éramos muchos los que no nos habíamos
percatado de los peligros que aún existían y siempre habrá que subrayar que la acción acer-
tada y rápida de Fidel Castro no tan solo puso fin a la guerra evitando con ello muchas
destrucciones y muertes sino que aseguró que la Revolución no fuera desviada de su curso.
Los asesinos y torturadores que intentaban escapar eran perseguidos por los m ilicianos y
soldados rebeldes. Se tomaron los cuarteles del ejército y la policía y todas las instalaciones claves. En la madrugada del día dos, desde el Parque Céspedes, en pleno corazón de Santiago
de Cuba, el Jefe de la Revolución se dirigía a todo el pueblo a través de las emisoras de radio
del país: "Esta vez no será como en el 98 que vinieron los americanos y se hicieron dueños del país. Intervinieron a última hora y después ni siquiera a Calixto García, que había peleado durante 30 años, lo dejaron entrar en Santiago de Cuba (…) esta vez si es una revolución".
Había una gran diferencia entre este primero de enero y el de 60 años atrás: el pueblo cubano
estaba unido en torno a una dirigencia probada y capaz cuya autoridad era indiscutida.
Unos días después, el 8 de enero, el líder de la Revolución llegaba a La Habana, después de
recorrer triunfalmente el país. Desde el antiguo campamento m ilitar de Columbia, en lo
adelante denominado Ciudad Libertad se dirigía a toda la nación. En uno de los pasajes de su
discurso advertía, “…quizás de ahora en adelante todo será más difícil”.
2009
La Revolución Cubana arriba a su 50 aniversario, encabezada por la misma dirigencia histórica
Este pequeño archipiélago, se empeñó, contra viento y marea, en la realización de una
empresa histórica, en esta parte del mundo donde, durante décadas, se ha considerado, como
“destino manifiesto” la obediencia servil a la potencia imperialista más grande y poderosa de la
Ha transcurrido medio siglo de constantes desafíos cuya magnitud y complejidad eran im posibles de imaginar. A pesar de dificultades enormes, de agresiones constantes, de una
guerra económica permanente que dura más de 48 años y de sus propios errores, la Cuba
revolucionaria no sólo ha sobrevivido sino que ha obtenido logros impresionantes en todas las
esferas de la vida de la sociedad cuya simple enumeración haría demasiado extensas estas
Cuba revolucionaria existe y continúa su victoriosa trayectoria, porque indudablemente en estos cincuenta años siempre se ha sabido defender consecuentemente y en todos los
terrenos. Esta gesta de la contemporaneidad, que causa el asombro de la opinión mundial
desata, por supuesto, la ira de sus recalcitrantes adversarios. En esta “cruzada” contra la
Revolución Cubana han participado sus enemigos naturales, internos y externos. En respuesta,
el pueblo cubano aprendió de su historia que la división en política es la derrota y la muerte, y
se convenció de que la unión es lo contrario: la victoria y la vida.
Si existe la revolución a pesar de toda la ofensiva desatada por el imperio y sus aliados contra el a, fue porque a cada ataque se le enfrentó con un plan de resistencia superior concebido
para vencer sin hacer ninguna concesión de principios, sin sentir ni mostrar miedo.
Hemos padecido limitaciones materiales muy graves. Han faltado los alimentos, los
medicamentos, la electricidad, el transporte, el calzado, el jabón para lavar o bañarse. Ha sido
dura la vida de la familia cubana en estos años. Se ha puesto a prueba la voluntad de un
pueblo que resiste con abnegación y estoicismo esas penurias.
En este final de año, un mundo cambiante y en crisis, lleno de contrastes e incertidumbres, ha
visto como este pequeño país bloqueado y agredido, en lo que constituye una colosal victoria
moral, recibía en la Asamblea General de la ONU, el respaldo del pleno de la comunidad
internacional que dejaba aislado a su arrogante agresor. Y no pasaron si no unos días cuando, casi simultáneamente, m ientras por una parte, Cuba era reivindicada, en los varios eventos de
alto nivel que tuvieron por sede a Brasil, por los hermanos países de Latinoamérica, de la otra,
el gobernante imperial era despedido, con desprecio, a zapatazos, en el martirizado Irak.
Una frase del Premio Nóbel de Literatura José Saramago lo resum iría: “Los derechos humanos están muertos en el mundo entero, todo está muerto en el mundo entero. Por l o menos en Cuba nunca nada está muert o”.
Al arribar a su medio siglo de existencia, Cuba y su Revolución enfrentan nuevos y complejos
desafíos. El país, que apenas emergía de las secuelas del “período especial” ha sido devastado
en el año que termina por tres huracanes que destruyeron gran parte de su producción
agrícola y exacerbado el ya crítico problema de la vivienda poniendo de nuevo a prueba la
capacidad de resistencia del pueblo cubano.
Mas, nadie duda de que se saldrá adelante. Las banderas que ondearon hace cincuenta años,
aquel primer día de la nueva época, por siempre se levantarán invictas ondeando en el viento ardiente de la Patria libre.
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